Historia de las Castañuelas



Edad Moderna IV


s. XVIII


Por Teresa Laiz



El bolero de Camarón Boronat. Óleo sobre tela (1785). Museo del Prado.


A comienzos del siglo XVIII se produce un gran cambio en el mundo de la castañuela debido al nuevo sistema de fijación en el dedo pulgar y al auge que tomó la seguidilla. Con el nacimiento del bolero se empezaron a perfilar los bailes de la Escuela Clásica Española, llamados en España Bailes de Escuela.



Majo y maja bailando. Andrés Cortés Aguilar. Óleo.


En 1740 el bolero, baile popular de majas y manolos, pasa a los salones elegantes donde comienzan a bailarlo damiselas y petimetres con gracia y donaire.



Una bolera de Antonio Cabral Bejarano. Museo Carmen Thyssen de Málaga.


Los majos y majas surgieron a principios del siglo XVIII. Eran carpinteros, comerciantes, zapateros, taberneros… del barrio de Maravillas, actualmente Malasaña. Se caracterizaban por su arrojo y su valentía y por un vestuario que les diferenciaba de la élite, que por aquel siglo prefería una moda más afrancesada. Con el tiempo también las clases altas comenzaron a imitar esta forma de vestir de los majos.



Majos bailando - RAMÓN BAYEU Y SUBÍAS. Instituto Valencia de Don Juan, Madrid.


Desde 1750 a 1810, el paradigma de la identidad española se encarna en el majismo, es decir en las modas y costumbres del majo y la maja. Su estilo de vida se manifiesta en la afirmación de lo español en el baile, vestimenta, música y literatura, frente a las modas importadas desde Italia y Francia que se imponían en los usos cotidianos y en la cultura. Los dos elementos definitorios del majo y la maja serán las castañuelas y la guitarra.


El baile bolero se convierte en sí mismo en un símbolo de afirmación de lo español, sufriendo un proceso de transformación desde su dimensión popular a la culta y contribuyendo a dar una respuesta académica y teatral a las escuelas de franceses e italianos. Asimismo, la castañuela tradicional se fue convirtiendo en un símbolo español en la segunda mitad del siglo XVIII.


Un Pasar de las Seguidillas Boleras. Marcos Téllez Villar. Grabado (1790)



Paseo de las seguidillas boleras. Marcos TÉLLEZ VILLAR. Estampa (1790).



Campanelas de las Seguidillas Boleras. Marcos Téllez Villar. Grabado (1790).



Atabalillos de las seguidillas boleras. Marcos TÉLLEZ VILLAR. Estampa (1790).



Embotadas de las seguidillas boleras. Marcos TÉLLEZ VILLAR. Estampa (1790).


En esa época el maestro de baile Pedro de la Rosa ordena los pasos de seguidillas y fandangos, influido por la técnica italiana que había aprendido en sus viajes.


El bolero clásico hace su aparición en 1780 al mismo tiempo que Jean Georges Noverre, en Europa central, implanta las nuevas bases de la escuela clásica francesa que, conjuntamente con la italiana, había de regir el baile en toda Europa.



Antigua litografía de un baile bolero.


Naturalmente, la fantasía española no dejó de crear también nuevos pasos, desplantes y figuras. Se sabe que Antonio Boliche y Sebastián Cerezo, de origen manchego y sevillano respectivamente, impusieron nuevas normas, sobre todo en el bolero, donde empezaron los alardes técnicos a base de saltos, trenzados y vueltas rápidas. Por supuesto, todo ello acompañado siempre del ritmo de las castañuelas, cuya carretilla (percusión de los cuatro dedos libres de la mano derecha en orden de meñique a índice, seguida por un golpe del dedo corazón de la mano izquierda) se hace obligatoria.



Bolero. Grabado s. XVIII. Museo Municipal de Madrid.


Lázaro Chinchilla, natural de Cádiz, Juanillo, el veterano de Chiclana y Esteban Morales complicaron los pasos de la seguidilla de tal manera que su estilo comenzó a degenerar. Fue en ese momento cuando el murciano Requejo dio el alto a todas estas exageraciones, controló los pasos y reestructuró el bolero, dándole un ritmo más lento y noble, el que posee hoy en día.



Castañuelas del s. XVIII.


En la segunda mitad del siglo XVIII, definitivamente se abandona el término de castañeta por el de castañuela, quedando testimonio en la literatura, teatro, géneros musicales y tratados de la época. También, desde entonces se llama macho al par que se toca habitualmente con la mano izquierda de sonido grave y hembra al par que se lleva en la derecha cuyo sonido es más agudo.



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